Crítica: “Club cero”, una sátira difícil de digerir (FICM 2023)

Club cero, la nueva película de la directora Jessica Hausner, es un trabajo difícil de analizar. Por un lado, cuenta con un ritmo bien definido y una estética cuidada que toma elementos visuales de otros géneros para crear una sátira llamativa; sin embargo, sus temas parecen no llevar a mucho más que lo meramente superficial, y varios incluso tienen un tratamiento confuso que raya en lo irresponsable.

La película sigue a la señorita Novak (una excelente Mia Wasikowska) una nueva profesora en un colegio de élite que imparte la clase de “alimentación consciente”, que consiste básicamente en enseñarle a los adolescentes a comer menos para liberar a su cuerpo de toxinas y alcanzar la plenitud.

Con elementos que recuerdan a la mezcla de terror y ciencia ficción de su anterior trabajo (Little Joe), Hausner crea una atmósfera muy atractiva. Los colores brillantes de los vestuarios y la simetría de los escenarios dan una sensación de estar en un futuro distópico setentero al estilo de A Clockwork Orange, mientras que el score, los zooms y planos holandeses dan la sensación de estar viendo una historia perturbadora y tenebrosa. Esto es muy interesante, pues le agrega capas a la historia: mediante estos códigos visuales el espectador es transportado a ciertas sensaciones específicas más allá de lo plasmado en el guion.

Sin embargo, la historia no le hace justicia al inmersivo apartado técnico. La trama utiliza los desórdenes alimenticios y las inseguridades que los provocan como un punto de partida para explorar cómo los cultos reclutan a gente vulnerable y se aprovechan de sus carencias emocionales. Wasikowska (La isla de Bergman) es perfecta capturando la manipulación detrás de una líder con un propósito oculto. El problema es que, pese a todo su talento y entrega, el texto no le da mucho con qué trabajar: las motivaciones e intenciones de la señorita Novak se quedan en lo superficial, nunca entendemos realmente el propósito de todo. La película sugiere qué es lo que mueve a este fascinante personaje, pero nunca pasa de esos indicios.

Esto no sería problema si se compensara esa falta de exploración de su protagonista con la profundización en otros temas, pero esto tampoco ocurre. Por ejemplo, cuando los jóvenes dicen por qué entraron en la clase, una chica menciona que es para aprender a no consumir carne para así cuidar el medio ambiente. La profesora usa esta pasión de la muchacha por salvar el mundo para convencerla de que se muera de hambre, sin embargo el tema es tratado con tanto desdén y el desarrollo que se le da es tan ambiguo, que parece que la película está sugiriendo irresponsablemente que el querer ser vegano es una necedad, una tontería egoísta e infantil que solo sirve para calmar la conciencia en un mundo en el que realmente no se puede hacer nada (hasta los propios personajes se burlan de esta motivación).

Aunque los personajes hablan mucho y queda claro que Hausner tiene bastante que decir de cómo se descuida a la juventud y se la deja a la merced de grupos cultistas disfrazados de progresistas que vibran alto, nada en la película va más allá de lo obvio. Una de las mayores controversias del estreno en Cannes de esta película fue una desagradable escena que causó escándalo. Tras haberla visto puedo asegurar que es genuinamente repugnante, pero sobre todo porque se siente gratuita, es grotesca visualmente e ingeniosa en su propio sentido macabro, pero solo sirve el propósito de disfrazar el hecho de que no está ocurriendo nada nuevo en pantalla. Esto es un ejemplo perfecto de todo Club cero: es atractiva y no pasa desapercibida, pero detrás de su cuidada envoltura está casi tan vacía como los estómagos de sus personajes.

“Club cero” formó parte del Festival Internacional de Cine de Morelia 2023.

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